El Árbol que Soñaba con Caminar

Cuento para leer: El Árbol que Soñaba con Caminar

El Árbol que Soñaba con Caminar…
Había una vez, en un tranquilo bosque, un árbol joven llamado Roby. Roby era un árbol fuerte, con hojas verdes y brillantes, y raíces profundas que lo anclaban al suelo. Sin embargo, a diferencia de los demás árboles, Roby tenía un sueño muy peculiar: quería caminar.

Mientras los otros árboles estaban contentos con su lugar en el bosque, disfrutando del sol y la lluvia, Roby miraba a los animales que pasaban corriendo y deseaba ser como ellos.

—Si tan solo pudiera moverme, podría explorar el río, subir a las colinas y ver el mundo más allá del bosque —pensaba Roby.

Una noche, mientras los animales dormían y la luna brillaba en el cielo, Roby suspiró tan fuerte que despertó a la vieja lechuza Sabina, quien vivía en una rama cercana. Sabina, conocida por su sabiduría, se posó en una de las ramas de Roby y preguntó:

—¿Por qué suspiras, pequeño árbol?

Roby le contó su deseo.

—Sabina, quiero caminar. Estoy cansado de estar siempre en el mismo lugar. Quiero ver lo que hay más allá del bosque, sentir el viento en mis ramas mientras me muevo. Pero no puedo, porque soy solo un árbol.

Sabina lo miró con ternura y le dijo:

—Sabes, Roby, a veces lo que soñamos no es lo que necesitamos. No puedes caminar, pero eso no significa que no puedas tener un impacto en este mundo. Observa lo que tienes alrededor y descubrirás que tu lugar aquí es más importante de lo que crees.

Roby no entendió del todo las palabras de Sabina, pero decidió reflexionar. Los días pasaron, y aunque su deseo de caminar no desapareció, comenzó a prestar más atención a su entorno. Notó cómo las aves construían nidos en sus ramas, cómo los animales descansaban bajo su sombra y cómo las raíces de los árboles cercanos se conectaban con las suyas, compartiendo el agua y los nutrientes.

Un día, una terrible tormenta azotó el bosque. El viento soplaba con tanta fuerza que los animales no podían encontrar refugio. Pero Roby, con sus raíces firmes y su tronco fuerte, se mantuvo erguido. Cuando los animales lo vieron, corrieron hacia él para protegerse de la lluvia y el viento. Roby extendió sus ramas lo más que pudo para cubrirlos. Aunque la tormenta era feroz, resistió, sintiendo por primera vez que su lugar en el bosque tenía un propósito.

Cuando finalmente la tormenta pasó y el sol salió, los animales lo rodearon agradecidos. Fue entonces cuando Sabina volvió y le dijo:

—¿Lo ves, Roby? No necesitas caminar para hacer una diferencia. Tu fuerza, tu sombra y tu capacidad de cuidar a los demás son lo que te hace especial. El bosque necesita árboles como tú.

Desde ese día, Roby dejó de soñar con caminar. Se dio cuenta de que, aunque no podía moverse, su importancia en el bosque era invaluable. Con el tiempo, se convirtió en el árbol más querido por los animales. Y cada noche, cuando el viento soplaba suavemente entre sus hojas, Roby sonreía, sabiendo que su lugar en el mundo era perfecto tal como era.

Moraleja

A veces deseamos ser algo que no somos, sin darnos cuenta de lo valioso que ya somos para el mundo que nos rodea. Nuestro propósito no siempre está en lo que soñamos, sino en lo que hacemos por los demás.


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