Cuento para leer: el Gatito que quería volar
El gatito que quería volar…
Esta noche vamos a escuchar la historia de un pequeño gatito llamado Tito, que siempre soñó con volar. Imagina un cielo lleno de estrellas y una brisa suave acariciando tu rostro. Cierra tus ojitos, respira profundo y déjate llevar por la aventura de Tito.
En un tranquilo pueblo, muy lejos del bullicio, vivía Tito, un curioso gatito de pelaje gris y ojos brillantes como dos estrellas. Tito siempre se quedaba horas mirando al cielo, fascinado por el vuelo de los pájaros. Observaba cómo planeaban con gracia, cómo desaparecían entre las nubes y cómo volvían a bajar suavemente hasta las ramas de los árboles.
«¡Cómo me gustaría volar como ellos!», pensaba Tito todos los días.
Un día decidió que lo intentaría. Comenzó a saltar desde pequeños muros y ramas bajas, creyendo que si saltaba lo suficientemente alto, podría elevarse. Pero, por más que lo intentaba, siempre caía suavemente al suelo. No se desanimó.
«Tal vez si corro muy rápido, mis patas se despegarán del suelo», pensó Tito.
Comenzó a correr a toda velocidad por el jardín, pero claro, no sucedió nada. Aún con todas sus energías, Tito seguía atado al suelo. Las mariposas que revoloteaban a su alrededor lo miraban con curiosidad.
«¿Qué haces, Tito?», preguntó una mariposa azul.
«Quiero volar, pero parece que no puedo», respondió Tito con un suspiro.
La mariposa sonrió con dulzura y le dijo: «No te preocupes, Tito. A veces las cosas que más deseamos suceden de maneras inesperadas».
Una tarde, mientras Tito descansaba bajo un gran roble, vio a un búho posarse en una rama cercana. Este búho tenía fama de ser muy sabio, y Tito, lleno de curiosidad, decidió contarle su deseo.
«Señor Búho, siempre he soñado con volar, pero no sé cómo hacerlo. ¿Cree que algún día lo lograré?»
El búho, con sus grandes ojos llenos de sabiduría, lo observó en silencio durante un momento antes de responder: «Querido Tito, no necesitas alas para volar. Hay muchos tipos de vuelo y algunos de ellos no requieren que dejes el suelo. Puedes volar con tu imaginación, sobre todo en tus sueños».
Esa noche, Tito se acostó en su cama de hojas, acurrucado bajo la luz de la luna, recordando las palabras del búho. Cerró sus ojitos y comenzó a soñar.
En su sueño, Tito sintió que sus patas dejaban de tocar el suelo. Abrió los ojos y, para su sorpresa, ¡estaba volando! Sus pequeñas patas flotaban en el aire y su pelaje gris ondeaba con la brisa suave. Tito volaba alto sobre los árboles, sobre el río que corría por el pueblo y sobre las montañas lejanas. Mientras volaba, vio a las aves que tanto admiraba.
«Mira quién está volando ahora», dijo un pájaro rojo con alegría.
Tito sonrió, sintiendo una libertad que nunca antes había experimentado. Voló entre las nubes, besando suaves algodones blancos que le hacían cosquillas en la nariz, y luego descendió suavemente hasta un campo lleno de flores. El olor dulce de las flores lo envolvió y Tito sintió una profunda paz.
Al despertar, Tito se estiró y bostezó con una gran sonrisa en su rostro. Aunque seguía siendo el mismo gatito de siempre, ahora sabía que no necesitaba alas para volar. Cada noche, al cerrar los ojos, podía volver a volar guiado por su imaginación y sus sueños.
Y así, Tito descubrió que volar no siempre significa tener alas; a veces solo necesitas cerrar los ojos y dejar que tu imaginación te lleve lejos.
Ahora es tu turno, querido amiguito o querida amiguita, de volar en tus sueños. Cierra tus ojitos y deja que el viento suave te guíe hacia un sueño lleno de aventuras.
¡Buenas noches y dulces sueños!
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