Contenido
Cuento para leer: Valentina y la ventana del abuelo
👴»Valentina y la ventana del abuelo»👴
Valentina tenía 9 años, vivía en un edificio con vista al parque, y siempre decía que su lugar favorito del mundo era la ventana del living de su abuelo.
No era una ventana mágica. Ni antigua. Ni secreta.
Era una ventana común, rectangular, con un marco de madera que crujía un poco al abrirse.
Pero para Valentina, era especial.
Porque desde allí se veía la vida:
La señora de los perros, que pasaba con seis corriendo y uno en cochecito.
El señor que practicaba tai chi cada mañana.
Los chicos del club, que jugaban al fútbol sin importar si llovía.
Y las hojas, que bailaban diferente según la estación.
Su abuelo la cuidaba los miércoles por la tarde.
Siempre había mate cocido, galletitas surtidas, y un rato de “mirar por la ventana”.
No hablaban mucho. A veces, sólo señalaban algo con la cabeza, como diciendo “¿viste eso?”
Pero ese silencio era cómodo. Como un lenguaje que sólo ellos entendían.
Un miércoles, el abuelo no tenía muchas ganas de hablar.
Estaba más callado que de costumbre. Ni siquiera sacó las galletitas.
Valentina se sentó igual, cruzó las piernas en el sillón, y esperó.
—¿Sabés qué? —dijo el abuelo de pronto—. Hoy me siento un poco triste.
Valentina no sabía bien qué decir. No estaba acostumbrada a ver al abuelo así.
—¿Por qué, abu?
—No lo sé. A veces pasa. Hoy me desperté con el corazón blandito.
Ella no respondió enseguida. Miró por la ventana. Vio a una nena más chica que se caía y se volvía a levantar.
Después le apretó la mano al abuelo y dijo:
—Si querés, miramos por la ventana un rato. A mí me ayuda cuando estoy rara.
Pasaron los minutos.
Vieron cómo un globo rojo escapaba de la mano de alguien.
Cómo un chico saltaba la soga solo.
Cómo una mujer leía en un banco y se reía sola con un libro.
El abuelo suspiró.
—Gracias, Valen.
—¿Por qué?
—Por estar. A veces, eso es más que suficiente.
Desde ese día, Valentina empezó a llevar una libreta cada miércoles.
Anotaba pequeñas cosas que veían por la ventana:
“Un perro se robó una media del tender del balcón del 4B.”
“Una chica lloraba y su amiga la abrazó sin preguntar nada.”
“Un nene regaló una flor a una abuela y ella la olió como si fuera oro.”
Cada frase tenía una fecha. Era como un diario del mundo, visto desde esa ventana.
Un día de otoño, cuando las hojas caían como lluvia dorada, el abuelo no estaba bien.
Tenía que ir al hospital por unos estudios.
Valentina fue igual al departamento. La cuidó su tía.
Se sentó frente a la ventana.
Abrió su libreta.
Y por primera vez, escribió algo diferente:
“Hoy miro por vos, abu. Te espero con historias nuevas.”
Los miércoles siguientes, él ya no pudo estar.
La casa estaba más silenciosa.
Pero Valentina seguía yendo.
Llevaba su libreta.
Escribía.
Y a veces, hablaba con la ventana como si el abuelo pudiera escucharla.
Pasaron los meses.
El abuelo volvió, pero no como antes. Caminaba más lento. Ya no subía solo las escaleras.
Pero cuando se sentaba con Valentina frente a la ventana, sonreía.
—¿Te acordás del chico que hacía jueguito con una naranja?
—¡Y de la señora que salía a regar con ruleros! —agregó Valen.
Rieron.
Y el abuelo, con la voz un poco gastada, le dijo:
—Esa ventana me regaló más historias que la televisión.
Valentina apoyó la cabeza en su hombro y respondió:
—Y yo te las seguí escribiendo todas.
Cuando Valentina creció, el edificio cambió.
Cortaron algunos árboles. El parque se agrandó. Pusieron juegos nuevos.
Y el abuelo, un día, simplemente no estuvo más.
Pero el sillón seguía ahí.
La ventana también.
Y la libreta, ya gastada, tenía más de cien historias.
Un día, Valentina fue con su hermanito menor.
Le sirvió mate cocido con azúcar y lo sentó a su lado.
—¿Qué hacemos acá? —preguntó él.
Ella lo miró, con la ternura que había aprendido del abuelo, y le dijo:
—Miramos. Y anotamos. Porque todo lo que vale la pena, empieza por mirar.
FIN
¿Aún no duermes? ¡Leé otro cuento! Click Aquí
Valentina y la ventana del abuelo en video:
Valentina y la ventana del abuelo en Mp3: